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Yemayá: Reina del mar, madre de Cuba

Cada 7 de septiembre, las costas de Cuba se tiñen de azul y blanco. Flores, frutas, rezos, música yoruba y promesas flotan sobre las aguas.

Es el día de Yemayá, la madre de todos los orishas, la protectora de las aguas saladas, la soberana del mar y símbolo viviente de la cultura afro-cubana.

En La Habana, Santiago, Matanzas y cualquier rincón donde se rinda tributo a los orishas, el mar se convierte en altar.

Y aunque muchos cubanos hoy viven lejos de su tierra, especialmente en Estados Unidos, el vínculo con Yemayá se mantiene tan fuerte como las olas que ella misma gobierna.

Desde Miami hasta Nueva York, sus hijos no olvidan a la madre del océano. La veneran, le hablan, la sienten, y le ofrecen lo que tienen: fe, gratitud y devoción.

Para comprender mejor la relevancia que tiene Yemayá para los practicantes de la santería en Cuba es necesario conocer los orígenes de esta orisha.

Yemayá: la orisha que cruzó el océano con su pueblo

Para entender quién es Yemayá en la cultura cubana, es necesario mirar hacia atrás, a los siglos de dolor en África occidental.

Fue allí donde nació su culto, donde se le conocía como la Diosa del mar, reina de las aguas saladas y madre de todas las orillas.

Cuando millones de africanos fueron arrancados de sus tierras y obligados a cruzar el Atlántico, no lo hicieron solos: se llevaron consigo sus creencias, sus cantos, su resistencia espiritual.

Entre esos tesoros invisibles viajó Yemayá. Y al llegar a Cuba, echó raíces en el corazón de un pueblo que también aprendió a resistir.

En la isla, Yemayá encontró un nuevo rostro. Fue sincretizada con la Virgen de Regla, advocación católica que también reina sobre el mar.

Así nació una devoción profunda que une fe, cultura y herencia. Yemayá dejó de ser solo africana: se convirtió en cubana. Y por eso, para muchos, honrarla es también recordar quiénes somos y de dónde venimos.

Madre de la fertilidad, guardiana de la vida

Yemayá no es solo reina del mar. Es la madre primordial. A ella se le atribuye la creación del mundo, el nacimiento de los orishas, el origen de las aguas dulces y saladas.

Es generosa, poderosa y fuerte. También es impetuosa, impredecible, como las olas que nunca se detienen.

Su número es el 7. Sus colores, azul y blanco, reflejan la espuma y la profundidad del océano. Su saludo resuena con energía: «¡Omío Yemayá Omoloddé!»

La tradición dice que a Yemayá se le pide protección, salud, prosperidad, amor y fertilidad. Es la madre a la que se acude cuando todo va mal, cuando no hay rumbo claro, cuando se necesita refugio.

Y aunque su carácter puede ser firme y exigente, su compasión es infinita.

El 7 de septiembre: una fecha sagrada para sus hijos

Cada año, el 7 de septiembre, las calles de Regla —el barrio habanero donde se ubica su santuario católico— se llenan de devotos. Unos la veneran como Virgen de Regla; otros, como Yemayá.

Pero todos caminan hacia el mar con flores blancas, velas, y palabras de agradecimiento.

En las casas, los altares se llenan con su sopera azul y blanca, las otás (piedras vivas) descansan en agua de mar, y no faltan las ofrendas: tamal de maíz sin sal, olelé, frijoles negros, frutas, quimbombó con bolas de plátano, y por supuesto, pescados como la anguila y la guabina.

También hay música, tambor, danza. Las mujeres bailan con faldas anchas, imitando las olas del mar. Los cantos invocan su nombre, y los rezos se elevan con fuerza.

Para muchos, este día es más importante que cualquier otra festividad: es el día de la madre espiritual.

Patakís: sabiduría y enseñanzas ocultas

Los patakís, relatos mitológicos del panteón yoruba, nos enseñan quién es realmente Yemayá. En ellos, se revela como una figura central, poderosa y sabia.

Uno de los más conocidos cuenta cómo fue enviada por Olofin a la Tierra para gobernar el mundo. Otro relata el sacrificio de sus hijas para salvar a su pueblo de una sequía devastadora.

Cada historia refleja una virtud: sabiduría, sacrificio, resistencia, fidelidad. Yemayá enseña que ser fuerte no significa ser cruel, y que proteger implica a veces hacer grandes sacrificios.

Estos relatos no son solo cuentos antiguos. Son lecciones vivas, transmitidas oralmente, que siguen iluminando el camino de sus hijos.

La mujer, el mar y la mística: símbolos de Yemayá

Yemayá se representa como una mujer madura, de piel oscura, con ojos profundos. Lleva una falda azul que simula las olas, un torso blanco como la espuma del mar y un abanico decorado con plumas y conchas.

Entre sus símbolos destacan:

  • El ancla: estabilidad en la tormenta.
  • El salvavidas: protección en el caos.
  • Las conchas de cauri: sabiduría espiritual.
  • El bote y los remos: conexión con el viaje de la vida.
  • Las 7 manillas de plata: poder, protección y energía.
  • El agibige: abanico ceremonial, usado para bendecir.

Estos elementos no son decoración: son portales hacia lo sagrado. Representan la energía de Yemayá y su influencia en la vida cotidiana de quienes la veneran.

Ofrendas que cruzan el alma y el océano

Las ofrendas a Yemayá no son solo alimentos o flores. Son actos de conexión espiritual. Al preparar un olelé, al cocinar quimbombó con ñame, al dejar una rosa blanca flotando en el agua, los devotos están diciendo: «Gracias, madre» o «Ayúdame, madre».

En Cuba, aún se realizan sacrificios animales como parte del ritual tradicional. Yemayá recibe gallinas de guinea, palomas, jicoteas, carneros. Cada acto tiene un sentido profundo y ritualizado, guiado por los santeros.

Sin embargo, muchos devotos en EE.UU. optan por ofrendas simbólicas: flores, frutas, cartas, promesas, canciones. Lo esencial no es el qué, sino el desde dónde. Yemayá recibe con amor todo lo que nace del corazón sincero.

Hijos de Yemayá: carácter fuerte y alma maternal

Quienes son hijos espirituales de Yemayá suelen tener rasgos particulares: son fuertes, decididos, a veces temperamentales. Pero también son protectores, afectuosos, comprometidos.

Como el mar, pueden parecer tranquilos y de pronto desatar tormentas. Pero su esencia es noble y profunda. Su amor por la familia, su capacidad de lucha, su espiritualidad, los delatan. En cada hijo de Yemayá hay un pedazo de océano.

Yemayá, símbolo de resistencia y raíz afro-cubana

Hablar de Yemayá es hablar de la herencia africana en Cuba, del poder espiritual que se mantuvo vivo a pesar de siglos de opresión. Su culto es un grito de identidad. Es memoria viva, es espiritualidad cotidiana.

Muchos cubanos en EE.UU. sienten que al mantener viva esta devoción, honran a sus abuelas, a sus ancestros, a su historia. Yemayá se convierte así en un puente entre generaciones, entre países, entre mundos.

En un país como Estados Unidos, donde a veces es difícil encontrar espacio para la tradición, Yemayá es un refugio. Es la voz interna que dice: «No estás solo. Yo te acompaño.»

La espiritualidad que nos une a través del mar

Yemayá representa algo más que la religión. Representa la fuerza que sostiene a quienes migraron, la energía que impulsa a quienes luchan, el amor que no se olvida.

Ya sea en una playa de Miami, en una bañera de Nueva Jersey o frente al altar de una casa en Hialeah, los cubanos siguen invocando su nombre. Y con cada oración, con cada flor arrojada al mar, reafirman su identidad.

Aunque hayan pasado siglos desde su llegada a Cuba, Yemayá sigue viva. Su culto crece, se adapta, se expande. Ella no solo vive en el océano, sino en cada gesto de fe, en cada historia contada por los mayores, en cada tambor que suena en su honor.

Hoy más que nunca, Yemayá es símbolo de esperanza, raíz y futuro. Y mientras haya cubanos que la nombren, la recuerden y le canten, nunca se perderá su legado.

Porque donde hay mar, hay Yemayá.
Y donde hay cubanos, hay memoria.
Y mientras existan ambos, ella siempre vivirá.

Por lo tanto, cada año, el 7 de septiembre se realizan grandes celebraciones en honor a Yemayá en su sincretismo de la Virgen de Regla.

Seguidamente, las fiestas se extienden hasta el 8 de septiembre a propósito del día de la Virgen de la Caridad del Cobre, sincretismo en Cuba del orisha Oshún.

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