La relación entre Catalina Lasa y Juan Pedro Baró desafió las normas de la época y provocó la legalización del divorcio, en Cuba. Esta es la historia del primer divorcio legalizado en Cuba, un hito que nació del escándalo público.
Catalina Lasa, una matancera conocida por su gran belleza, fue un ícono en la alta sociedad habanera a fines del siglo XIX.
Se casó en 1898 con Pedro Estévez, un hombre de una familia prominente. Sin embargo, Catalina fue conquistada por Juan Pedro Baró, un terrateniente rico y aristócrata matancero.
En un país donde la infidelidad era un pecado condenado por la sociedad, esta relación, que comenzó como un affaire clandestino, rápidamente se convirtió en un escándalo.
Pero este romance no fue solo un escándalo por la infidelidad: fue una rebelión contra las normas que gobernaban el matrimonio en Cuba en ese entonces.
Catalina y Baró no solo desafiaron la moral de la sociedad de su tiempo, sino que también lucharon contra un sistema legal que las mantenía atrapadas en matrimonios infelices, donde la única opción para una mujer era la sumisión.
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En 1905, cuando Catalina y Baró comenzaron su relación, Cuba no tenía una ley de divorcio, lo que hacía que cualquier intento de separarse fuera una lucha casi imposible, especialmente para las mujeres.
Cuando el esposo de Catalina, Pedro Estévez, descubrió el romance, comenzó un proceso judicial para acusarla de bigamia, a pesar de que ella no había podido divorciarse legalmente de él.
Este escándalo se convirtió en un episodio de humillación pública para Catalina, quien, sin embargo, no se dio por vencida y, con el apoyo de su amante, desafió al sistema.
Catalina y Baró, tras ser rechazados por la sociedad cubana, decidieron huir a Europa, buscando una solución a su situación legal.
Se dirigieron a Roma, donde lograron que el Papa Benedicto XV anulase el matrimonio religioso de Catalina, lo que significaba que ya no estaba casada a efectos del derecho canónico.
Este acto simbólico fue solo el principio de lo que sería un cambio legal profundo en la isla.
La larga batalla legal que impulsó la ley de divorcio en Cuba
La batalla legal puso en evidencia las fallas de un sistema social y legal que condenaba a las mujeres a matrimonios infelices e imposibles de disolver.
Catalina, al no poder divorciarse de su primer esposo en Cuba, tuvo que recurrir a una anulación papal en Europa. Este acto rompió barreras y abrió un debate público sobre las leyes matrimoniales en Cuba.
El escándalo no solo sacudió las clases altas, sino que también trajo consigo la necesidad de modernizar las leyes sobre el matrimonio y el divorcio.
Juan Pedro Baró, en un acto de presión, pidió públicamente al gobierno cubano que reformara las leyes para permitir el divorcio, y en 1917, bajo la presidencia de Mario García Menocal, Cuba aprobó finalmente la Ley de Divorcio.
Este fue un hecho histórico que permitió a muchas personas, especialmente a mujeres como Catalina, liberarse de matrimonios impuestos por la familia o por la sociedad.
Símbolo de un amor inquebrantable
Después de la legalización de su amor, Baró quiso sellar su relación de una manera aún más simbólica.
Mandó construir una mansión en el barrio de El Vedado, en La Habana, como muestra de su devoción por Catalina.
En sus jardines, plantaron una rosa única, llamada «Catalina», que se convirtió en el símbolo de su amor.
Esta mansión representaba la riqueza de Baró y su victoria sobre las normas sociales que habían intentado separarlos.
La construcción de esta mansión también tuvo un impacto cultural en la isla.
Fue una obra arquitectónica única diseñada por los arquitectos Evelio Govantes y Félix Cabarrocas, y en su inauguración en 1926, el evento se convirtió en un símbolo del poder de Catalina y Baró sobre los prejuicios sociales y la aprobación legal que finalmente consiguieron.
El trágico final
Sin embargo, la felicidad de los amantes no duró para siempre.
En 1930, Catalina falleció a los 55 años en París, y Juan Pedro Baró mandó a construir un mausoleo monumental en su honor en el Cementerio de Colón, en La Habana.
Este mausoleo, diseñado por el artista René Lalique, se convirtió en un símbolo de la eternidad del amor de Baró por Catalina.
Baró, tras la muerte de su amada, pasó el resto de sus días visitando la tumba de Catalina. Se dice que pidió ser enterrado de pie, como un guardián eterno del amor que vivió con ella.
Esta historia, que comenzó como un romance prohibido y terminó en tragedia, fue mucho más que una simple historia de amor: se convirtió en un símbolo de lucha, de resistencia contra un sistema opresivo.
Legado del amor de Catalina y Baró
La historia de Catalina Lasa y Juan Pedro Baró es un ejemplo claro de cómo el amor puede desafiar las normas sociales. Además, hicieron historia porque entendieron que el amor es un derecho social y legal.
Hoy, su historia sigue siendo un referente de una nueva era en Cuba en la que el divorcio dejó de ser un tabú.
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